domingo, 14 de julio de 2013

LA VISITA


Su cabello estaba más corto. Sus ojeras más profundas, más oscuras, más visibles. Su rostro más delgado y opaco. Su sonrisa lánguida. Su cuerpo famélico, delgado, sin vida. Así la volví a ver, sentí la fuerza exánime de sus brazos al abrazarme, sus palabras de un afecto misterioso, retardado, antiguo, inexistente para mí.

No pude ofrecerle lo mismo, no pude pagarle el saludo con el apego que quizás mereció, no sentía que debía hacerlo. Supongo que debí contribuir, por lo menos con un “te he extrañado”, sus ganas de volverme a ver, de venir hasta mi casa, sólo para aclarar las cosas que ya estaban del todo claras: “Era una buena excusa después de todo”, pensé, le había dado a Helen un pretexto para volverme a ver, le había dado una esperanza, una ilusión, la había llenado de optimismo en cuanto a nuestra amistad. Quizás pensó que hoy íbamos a tomarnos de las manos y decirnos cuánto nos hemos extrañado, quizás imaginó que nos embriagaríamos y celebraríamos el renacimiento de nuestra hermandad, de nuestro cariño. Quizás supuso que sería cómo aquellas tardes en las que éramos íntimos compañeros que jugaban a la vida fácil, a la rebeldía adolescente y estúpida, a los amigos invencibles contra el tiempo, eternos confidentes, inseparables camaradas que se jactaban de su lealtad y acompañaban esos momentos gloriosos con vasos de licor y música ochentera.

Lamentablemente Helen no encontró hoy lo que quizás pensó encontrar. Desafortunadamente no pude querer a lo que quise ayer, no pude perdonar el descuido a mi verdad, a mis palabras, a mi esfuerzo por darle lo mejor, por estar siempre a su lado a pesar de sus impulsos, de su furia, de lo intensa y vehemente que era cuando le tocaban el corazón, cuando hacían lo que querían con ella, cuando le mentían, cuando se burlaban de ella. No pude olvidar la desidia a mi franqueza, a mi trabajo de ser quien siempre quiso que sea, quien siempre quiso encontrar, pero por su inapetencia, dejó sumergir en lo más profundo del olvido, del ayer.

Hoy se fue triste, derrotada, infeliz, cabizbaja, extrañando más el pasado, queriendo retroceder en el tiempo y evitar cometer los errores que la alejaron de su hombro más fuerte e incondicional. Hoy se fue con la sonrisa aún más lánguida que cuando la volví a ver. Hoy se fue muy segura de que nuestra amistad, ya no será, no existirá más.