Y a pesar que hoy me entere que las puertas me cerraste. A
pesar que hoy sea testigo del castigo insano de tu locura y de tu frialdad, mi
alma y corazón permanecerán aún en el recuerdo de los días, horas, minutos y
segundos en que, junto a mi cuerpo, fuimos felices.
Siempre soy indiferente al dolor en un principio. Siempre
hallo la manera de evadir la frustración, siempre evito mirar la herida
propinada, siempre en un principio. Pero cuando pasan las horas y llega la
noche, la venda cae por si sola de mis ojos, y me enfrento a todo el dolor que
tu partida atrae. Lo peor es que también soy víctima de una locura, la locura
de no querer olvidar y de sumergirme en los recuerdos más felices, en las
imágenes de hace unos días y las de siempre, en las fotografías que capturé y que
en ningún momento pensé darles un significado hiriente, dañino y mortal.
Trato de no ahogarme en mis propios mares, trato de
transportarme a cada verso de las mismas melodías de siempre, y aunque no
quiera, aquí estoy, abandonado en lo más profundo, pensando que mañana será
ayer, deseando que mañana fuera ayer.
Ya lo entenderé luego, hoy no. Ya pasarán más noches en que
vuelva a repasar las mismas fotografías, y pasarán muchas hasta que decida no
vivir en el recuerdo, y quizá me pregunte si es el mejor recuerdo que tengo y
si vale la pena entregar cada noche para vivir en él, si vale la pena viajar y
volver a vivir cada sonrisa, y volver a decir las palabras que amaba decir,
aunque ya nadie me escuche. Quizá cuestione si debo seguir recordando, quizá me
cuestione si es lo mejor, quizá mañana siga recordando y engañando al tiempo,
más no a mi corazón.
Iré a acostarme y sé que te veré, porque crearé tu imagen
cada vez que cierre mis ojos. Seré un viajero perdido, no porque no conozca el
camino correcto, sino porque decidí tomar el camino más largo y confuso. Al
final, cuando deje de pensar y mis ojos se cierren por completo y no vuelvan a
abrir, mis sueños me devolverán al lugar en que nunca debí partir, pero que la
realidad no me deja mentir.