viernes, 9 de diciembre de 2011

MATES FOR LIFE

Ella volvió a tres semanas de haber partido sin dejar rastro alguno. En ese tiempo no supe nada de ella, no la ubiqué, busqué en todos los lugares que siempre recurríamos, fui a la casa de sus padres "no está aquí, tú deberías saber donde está mi hija". Nadie sabía de ella. Caminaba por horas en Miraflores y San Isidro. Lloraba por preocupación. Llamé a sus amigas y enemigas. Nadie me decía nada, sus amigas no daban con ella, sus enemigas no querían dar con ella. Me rendí. Triste y negativamente, todas las mañanas compraba todos los diarios y por las noches veía cada noticiero para ver si había una trágica noticia que de con ella. No sé si me alegraba de no verla en las noticias o si me entristecía más al no saber de ella.

El departamento estaba repleto de cajas de latas de cervezas. Tomé tres semanas seguidas, sin dejar un día, estaba decidido a consumirme, a tratar de evadir mis pensamientos trágicos. Extrañaba mucho a mi compañera y no sabía si volvería a brindar con ella o si esta borrachera sería la última, no como estaba acostumbrado, no solo.

Estaba acostumbrado al dolor de cabeza, al insomnio producto del alcohol en mi sangre por todas las latas que yo solo había consumido, a la pesadez de mi cuerpo y al abandono completo al que me había sometido. Era un reflejo de ella. Al menos así la sentía cerca.

Una tarde llegando al departamento luego de comprar los diarios, noté el desorden en el que me hallaba, en la miseria que mi vida se había convertido y en el olor insoportable de mis embriagos diarios. Ese no era yo, no debía seguir ese camino. Decidí arreglar todo, desde el apartamento, hasta mi vida.

Eran las seis y trece de la tarde, estaba poniendo en una bolsa de basura todas las latas de cerveza tiradas en el suelo y recogiendo todas colillas de cigarro que mis pulmones habían soportado. En ese preciso instante alguien tocó a la puerta. Eran golpes muy débiles, por un momento dudé que tocaban y creí que el viento había producido tal sonido. No presté atención, pero a los segundos volvieron a tocar la puerta. Solté las bolsas, me puse un polo, me ordené un poco los cabellos, me froté el rostro y los ojos; y salí a ver quien insistía. "Putamadre carajo ¿dónde has estado?" dije entre alegre y enojado. Era ella, estaba ahí al frente de mis ojos, mirándome tristemente o quizá producto de algún estupefaciente o droga. Me miraba fijamente, la tomé del brazo y la hice pasar. No podía caminar, no sé como había llegado hasta aquí, se caía en cada paso, la cargué y la acosté en el sillón, ella seguía mirándome, como queriendo decirme algo. "Putamadre huevona donde carajo has estado todo este tiempo, mirate" decia yo con los ojos llorosos por la emoción de volverla a ver, de tenerla de vuelta en casa, de poder cuidarla, de no perderla. Le alcancé un vaso de agua, ella lo tomó como si jamás hubiera tomado uno. Le serví más, fueron siete en total. Le quité la ropa, y la tapé con una frazada. Tenía frío, sus manos estaban heladas, su cabello duro y sucio, sus piernas temblaban "Ay carajo te quiero, ya vas a estar mejor, ya estás conmigo" le dije. Ella solo me miraba, no se atrevía a decir nada o tal vez no podía por todo el malestar que la consumía. La hice dormir, lo cual hizo por mas o menos unas seis horas. Yo estuve a su lado, por momentos se levantaba y pedía agua, la cual le daba rápidamente. Siempre me gustó servirla, siempre me consideré un rehén de sus mandados, su siervo, su amigo. "Todo lo que quieras mi amor con tal que estés bien".

- "Maic" escuché, era ella, había despertado,
- "¿Qué sucede, estás bien? atiné a decir,
- "Sí, quiero bañarme"
- "Espera, te arreglo la ducha y vuelvo para llevarte"
- "Ya anda".

Mientras ordenaba un poco el baño, pensé en que mi vida no sería la mismo con ella. Más que protegernos el uno al otro, es entregarnos la vida, es compartir todo, es ser uno solo. "La quiero".

- "Toma, ponte estas sandalias, ven para que te bañes" le dije.
- "Ay huevón, te dijera que me bañes, pero te vas a ganar"
- "Por mi lo hago, pero me aprovecharé" le respondo riéndome.
- "Calla, ya sal"
- "Me avisas cuando termines para traerte ropa"

Volví a la sala a jugar con la play station, mientras la escuchaba cantar en la ducha, por un momento había olvidado que no estuvo aquí tres semanas y que había vuelto desecha.

- "Maic pasame ropa" dijo desde el baño
- "Ya espera" contesté mientras iba al cuarto a buscar algo. "Toma, ponte esto, es lo único limpio que encontré"
- "Ya, sal"
- "Ya carajo, ya te he visto calata y me vienes a botar" le dijo riéndome. Ella ríe. Me alegra.

Sale del baño con la toalla en la cabeza, le pregunto "¿tienes hambre?" "Sí claro, ¿hay algo?" me responde. "Hay para cocinar, te haré algo rápido", "ya" contesta. Amo cuando es tan cortante y solo atina a decir "Ya". Es lo que todos deberían decir, sin necesidad de meter mucho cuento, de palabrear.

Mientras estoy en la cocina preparándole algo, ella está en la sala tratando de jugar en la 'play'. Termino de hacerle la comida y la llamo para que coma a la mesa. "Tráelo aquí al sillón" me ordena ella y yo sumiso acato.

Mientras la veo comer decido que es el momento, "¿dónde has estado?", rápidamente me responde "déjame comer luego te cuento". Solo la miro y acepto. "Come, come corazón". Nos quedamos en silencio un buen rato, y cuando terminó el plato me pregunto "Cómo has estado?" Sonreí y le dije "Bien, preocupado como la putamadre por ti". "Perdón" dice ella a lo que respondo "No te preocupes, no tengo que perdonarte, ahora cuéntame lo que pasó". Se acomoda, se acuesta, pone su cabeza en mis piernas, me mira fijamente y empieza a contarme su historia.

(Continuará)

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